lunes, 21 de noviembre de 2016

Los jacalones y la competencia


Para aquellos que se dedicaron a la exhibición cinematográfica hubo una serie de dificultades a sortear, la principal fue el no contar con lugares adecuados para la exhibición y así nació la adaptación de diferentes espacios, entre ellos: espacios religiosos, salones, patios de casas, azoteas de edificios, jardines públicos. Así como la construcción de locales temporales como los famosos “jacalones” que podían ser de madera o lámina. Y así estos se diseminaron a lo largo y ancho de la Ciudad de México:
La plazuela de Tepito estaba situada enfrente de la iglesia de San Francisco de Asís, en la Colonia Morelos. El lugar fue solicitado por al Ayuntamiento de la Ciudad de México por el señor Eduardo F. Herrera el 25 de septiembre de 1899 para instalar un jacalón y exhibir en él vistas cinematográficas (Leal Juan Felipe, 2015)
Este tipo de fuentes permiten la reconstrucción de esas experiencias vividas por quienes vieron en el cinematógrafo un negocio en ascenso
La plazoleta de Salto del Agua fue solicitada al Ayuntamiento de la Ciudad de México por el señor Manuel Isunza el 25 de septiembre de 1899 para instalar un jacalón y exhibir en él vistas cinematográficas. Posteriormente, en 1905, operó en la 1° calle del Salto del Agua núm. 30 el cinematógrafo del señor Silvino Betanzos, y, en 1909 abrió sus puertas en la 2° calle del Salto del Agua el Salón Nuevo (Leal Juan Felipe 2015)  

Interior de un salón popular sin las condiciones de seguridad y confort requeridos (Fonoteca INAH Pachuca) en (ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA Vega Alejandro 2015)


La competencia fue tenaz, era cosa común poseer más de un cinematógrafo y por ende más de un local para la exhibición, la misma competencia hacia que el precio fuera muy bajo, pasando de un peso en aquella primera exhibición pública a 25 centavos que en ocasiones incluían orquestas que amenizaban la función o alternando con las famosas “zarzuelas[1].  Muchos de los empresarios optaron por adquirir carpas y comenzar un peregrinar por temporadas al interior del país. Aquí en la Ciudad de México en aquellas primeras etapas el cine no paso más allá de la parte urbana de la capital, una tendencia que no cambio mucho en los años por venir.

  Sin embargo, así como la inventiva para satisfacer la demanda (o crearla), lograba sortear dificultades, las regulaciones de seguridad poco a poco crecieron. Ya no bastaba con “una vista de ojos” (De los Reyes Aurelio 1972)   para entregar la concesión de un jacalón y poco a poco nació una arquitectura especial para albergar esta nueva diversión, lugares que fueron abriendo aproximadamente a partir de 1905.


Referencias:

ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA Vega Alejandro, Espacios distantes aún vivos, las salas cinematográficas de la ciudad de México, México, 2da edición, UAM Xochimilco, 2015.

De los Reyes, Aurelio, Los orígenes del cine en México (1896-1900), México, UNAM, 1972

Leal, Juan Felipe, El espacio Urbano del cine/ Anales del cine en México, 1895-1911 Vol, 9, 1903, segunda parte, México, UNAM, Juan Pablos Editor, Voyeur, 2015.




[1] Obra dramática y musical de origen español en que alternativamente se habla y se canta. 

A 120 años de la llegada del cine a México



El 28 de diciembre de 1895 en el sótano del Gran Café de París, los hermanos Lumière realizan la primera proyección cinematográfica para dar a conocer su invento, la recepción del público es maravillosa y así comienza la expansión del cinematógrafo, una expansión que lo hace llegar meses después a México.
Y es el 24 de Julio de 1896 que llegan a México Gabriel Veyre y Claude Fernand Bon Bernarnd, concesionarios de los hermanos Lumière para explotar el cinematógrafo en México y otros países de Latinoamérica. Se establecen en pleno corazón de la ciudad y alquilan por dos meses el entresuelo de la Droguería Plateros. El 6 de agosto de 1896 se proyecta la primera función cinematográfica en México al entonces presidente Porfirio Díaz y su comitiva en el Castillo de Chapultepec, con carácter de privada. El vienes 14 de agosto se llevó a cabo una exhibición para la prensa que rebasó por mucho la capacidad de aquel local de la Droguería Plateros, por lo cual se realizaron varias proyecciones para lograr cumplir con la demanda; al día siguiente se dio la primera exhibición de paga, en la cual hubo público suficiente para que no fuera un mal negocio (en De los Reyes Aurelio 1972), estos fueron los primeros pasos, el encuentro de los capitalinos con el invento de fin de siglo.
Pero ¿qué se proyectaba en aquellos primeros años? En aquel momento no existían las películas de dos horas o más de duración, más bien se capturaban las conocidas “vistas”, que eran acontecimientos de la vida cotidiana y este fue el programa de aquella primera exhibición (De los Reyes Aurelio 1972)
      El regador y el muchacho
      Jugadores de Cartas
      Llegada del tren
      Disgustos de niños
      Quemadoras de yerba
      Juegos de niños
      Comitiva imperial en Budapest
      Una plaza en Lyon
      Bañadores en el mar
      Comida del niño
      Montaña rusa

Los dependientes, subido el 23 de julio del 2013, Los Hermanos Lumière, primeras películas de la historia del cine, recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=cNoJ9AmTibU 

El cinematógrafo maravilló a los curiosos, enorgulleció a aquellos adeptos al “progreso” y poco a poco se convirtió en una industria redituable. En estos inicios el cinematógrafo captura la realidad y la proyecta tal cual es, pero no pasaría mucho para que naciera “la verdadera magia del cine” allá en Francia con Georgé Mèlies. 



Referencias:
De los Reyes, Aurelio, Los orígenes del cine en México (1896-1900), México, UNAM, 1972
Leal, Juan Felipe, El espacio Urbano del cine/ Anales del cine en México, 1895-1911 Vol, 9, 1903, primera parte, México, UNAM, Juan Pablos Editor, Voyeur, 2015.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La exhibición


Por enteras generaciones- al menos hasta el final de los años setenta- la sala cinematográfica ha sido el punto de máxima socialización y concentración de energías emotivas, el “lugar común” que ha esculpido todas las etapas fundamentales de la existencia del ser humano, del siglo XX, territorio en el cual se han celebrado muchos ritos laicos, desde el bautismo sentimental y emotivo hasta el descubrimiento del lenguaje y de la sintaxis de los sentimientos, a la progresiva sensación de apertura hacia mundos lejanos y de alternativa a nuestros propios contextos.[1]

A finales del siglo XX la exhibición cinematográfica en México sufre un cambio con el final de COTSA y la apertura a las cadenas extranjeras como  Cinemark,  así como a la iniciativa privada en condiciones desfavorables para los pequeños propietarios, con Cinemex y Organización Ramírez (actualmente Cinepolis). El cambio no es sólo de cadenas exhibidoras, es también en la dinámica misma de ir al cine. En la actualidad una sala de cine no se concibe sin estar dentro de una plaza comercial, no se piensa más en los cines de barriada, en los cines “piojito”. Ahora la oferta para el cinéfilo se reduce a dos grandes monopolios que son Cinemex y Cinépolis,  que poco a poco han implantado sus maneras, han educado al espectador sobre lo que debe consumir y donde debe dirigirse para consumirlo.  La globalización ha llegado a las salas de cine, la evidencia es el servicio que estás cadenas dan, con precios no siempre accesibles al común de la población, compra de boletos con aplicaciones en celular, precios excesivos en los alimentos, oferta de exhibición en un 90% Hollywoodense y como distintivo (y a su vez indicador de las desigualdades entre estratos sociales), la creación de las salas con concepto VIP y Platino. 

A partir de esta reflexión sobre la condición actual en la indsutria de la exhibición cinematográfica, nace el intéres por recuperar esas experiencas pasadas, no sólo por nostalgia, más bien con la firme creencia de reencontrar al espectador con una etapa en donde lo realmente importante era la experiencia de elegir una buena película, de convivir no por  demostar un status, no bajo la lógica de tanto tienes, tanto vales. Estamos conscientes de que la desigualdad siempre ha estado presente, pero con estás prácticas y el estado económico actual se hacen aún más evidentes. 


 De la Rosa Enrique,  subido en 2011, Antiguas Salas Cinematográficas de la Ciudad de México (parte 1), recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=pvdPLSg9uiE


 De la Rosa Enrique,  subido en 2011, Antiguas Salas Cinematográficas de la Ciudad de México (parte 2), recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=wRxjgxntpVM

El cine llega a México por parte de los representantes de los hermanos Lumiere y su proyección fue más bien itinerante, con el paso de los años y por parte de la iniciativa privada comienza a asentarse en locales adaptados. La construcción de salas de cine vivió su auge en el siglo XX, pasando de ser estos locales o teatros adaptados, a desarrollar un estilo arquitectónico característico, y a su vez ser puntos de referencia para los lugares donde se establecían. 
Como menciona el arquitecto Francisco Alfredo Haroldo[2] la exhibición es el último paso del largo proceso de la producción cinematográfica, la película es el mensaje, pero la manera de llegar al público es precisamente la sala de cine. Desde la primera sala permanente de cine[3] hasta los grandes complejos diseñados durante el siglo XX las salas son espacios de convivencia social, con una historia que se escribió durante su funcionamiento como tales. La dinámica social que se llevaba a cabo dentro del mismo, así como en las calles que lo rodeaban, son parte de esa historia. Elementos que deben analizarse para una mejor compresión de estos espacios no sólo desde el punto de vista arquitectónico sino para el aporte del análisis histórico, pues forman parte de un proceso como el desarrollo mismo de la Ciudad de México.


[1] Brunetta, Gian Piero en ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA Vega Alejandro, Espacios distantes aún vivos, las salas cinematográficas de la ciudad de México. 2da edición, UAM Xochimilco, 2015.
[2] En http://148.206.107.15/biblioteca_digital/estadistica.php?id_host=6&tipo=ARTICULO&id=8559&archivo=16-596-8559vbi.pdf&titulo=CINES%20Y%20ARQUITECTURA.%20LOS%20CENTROS%20SOCIALES%20POPULARES% Consultado el 21 de diciembre del 2015
[3] La primera sala de cine permanente en la Ciudad de México fue el Teatro Riva Palacio, localizado en la 3ª calle de Ayuntamiento, 1905. En:  Leal Juan Felipe,  El espacio Urbano del cine Vol. 9, 1903: segunda parte, Juan Pablos editor/Voyeur, 2015.


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