Para aquellos que
se dedicaron a la exhibición cinematográfica hubo una serie de dificultades a
sortear, la principal fue el no contar con lugares adecuados para la exhibición
y así nació la adaptación de diferentes espacios, entre ellos: espacios
religiosos, salones, patios de casas, azoteas de edificios, jardines públicos.
Así como la construcción de locales temporales como los famosos “jacalones” que
podían ser de madera o lámina. Y así estos se diseminaron a lo largo y ancho de
la Ciudad de México:
La plazuela de Tepito estaba
situada enfrente de la iglesia de San Francisco de Asís, en la Colonia Morelos.
El lugar fue solicitado por al Ayuntamiento de la Ciudad de México por el señor
Eduardo F. Herrera el 25 de septiembre de 1899 para instalar un jacalón y
exhibir en él vistas cinematográficas (Leal Juan Felipe, 2015)
Este tipo de
fuentes permiten la reconstrucción de esas experiencias vividas por quienes
vieron en el cinematógrafo un negocio en ascenso
La plazoleta de Salto del
Agua fue solicitada al Ayuntamiento de la Ciudad de México por el señor Manuel
Isunza el 25 de septiembre de 1899 para instalar un jacalón y exhibir en él
vistas cinematográficas. Posteriormente, en 1905, operó en la 1° calle del
Salto del Agua núm. 30 el cinematógrafo del señor Silvino Betanzos, y, en 1909
abrió sus puertas en la 2° calle del Salto del Agua el Salón Nuevo (Leal Juan
Felipe 2015)
Interior de un salón popular sin las condiciones de seguridad y confort requeridos (Fonoteca INAH Pachuca) en (ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA Vega Alejandro 2015)
La competencia fue tenaz, era cosa común poseer más de un cinematógrafo y por ende más de un local para la exhibición, la misma competencia hacia que el precio fuera muy bajo, pasando de un peso en aquella primera exhibición pública a 25 centavos que en ocasiones incluían orquestas que amenizaban la función o alternando con las famosas “zarzuelas[1]. Muchos de los empresarios optaron por adquirir carpas y comenzar un peregrinar por temporadas al interior del país. Aquí en la Ciudad de México en aquellas primeras etapas el cine no paso más allá de la parte urbana de la capital, una tendencia que no cambio mucho en los años por venir.
Sin embargo, así como la inventiva para satisfacer la demanda (o crearla), lograba sortear dificultades, las regulaciones de seguridad poco a poco crecieron. Ya no bastaba con “una vista de ojos” (De los Reyes Aurelio 1972) para entregar la concesión de un jacalón y poco a poco nació una arquitectura especial para albergar esta nueva diversión, lugares que fueron abriendo aproximadamente a partir de 1905.
Referencias:
ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA
Vega Alejandro, Espacios distantes aún vivos, las salas cinematográficas de la
ciudad de México, México, 2da edición, UAM Xochimilco, 2015.
De los Reyes,
Aurelio, Los orígenes del cine en México
(1896-1900), México, UNAM, 1972
Leal, Juan
Felipe, El espacio Urbano del cine/
Anales del cine en México, 1895-1911 Vol, 9, 1903, segunda parte, México,
UNAM, Juan Pablos Editor, Voyeur, 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario