Por enteras generaciones- al menos hasta el final de los años setenta-
la sala cinematográfica ha sido el punto de máxima socialización y
concentración de energías emotivas, el “lugar común” que ha esculpido todas las
etapas fundamentales de la existencia del ser humano, del siglo XX, territorio
en el cual se han celebrado muchos ritos laicos, desde el bautismo sentimental
y emotivo hasta el descubrimiento del lenguaje y de la sintaxis de los
sentimientos, a la progresiva sensación de apertura hacia mundos lejanos y de
alternativa a nuestros propios contextos.[1]
A finales del siglo XX la exhibición cinematográfica en México sufre un
cambio con el final de COTSA y la apertura a las cadenas extranjeras como
Cinemark, así como a la iniciativa privada en condiciones desfavorables para los pequeños propietarios, con Cinemex y
Organización Ramírez (actualmente Cinepolis). El cambio no es sólo de cadenas exhibidoras, es también
en la dinámica misma de ir al cine. En la actualidad una sala de cine no se
concibe sin estar dentro de una plaza comercial, no se piensa más en los cines
de barriada, en los cines “piojito”. Ahora la oferta para el cinéfilo se reduce
a dos grandes monopolios que son Cinemex y Cinépolis, que poco a poco han
implantado sus maneras, han educado al espectador sobre lo que debe consumir y
donde debe dirigirse para consumirlo. La globalización ha llegado a las salas de cine, la evidencia es el servicio que estás cadenas dan, con precios no siempre accesibles al común de la población, compra de boletos con aplicaciones en celular, precios excesivos en los alimentos, oferta de exhibición en un 90% Hollywoodense y como distintivo (y a su vez indicador de las desigualdades entre estratos sociales), la creación de las salas con concepto VIP y Platino.
A partir de esta reflexión sobre la condición actual en la indsutria de la exhibición cinematográfica, nace el intéres por recuperar esas experiencas pasadas, no sólo por nostalgia, más bien con la firme creencia de reencontrar al espectador con una etapa en donde lo realmente importante era la experiencia de elegir una buena película, de convivir no por demostar un status, no bajo la lógica de tanto tienes, tanto vales. Estamos conscientes de que la desigualdad siempre ha estado presente, pero con estás prácticas y el estado económico actual se hacen aún más evidentes.
De la Rosa Enrique, subido en 2011, Antiguas Salas Cinematográficas de la Ciudad de México (parte 1), recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=pvdPLSg9uiE
De la Rosa Enrique, subido en 2011, Antiguas Salas Cinematográficas de la Ciudad de México (parte 2), recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=wRxjgxntpVM
El cine llega a México por parte de los representantes de los hermanos
Lumiere y su proyección fue más bien itinerante, con el paso de los años y por
parte de la iniciativa privada comienza a asentarse en locales adaptados. La
construcción de salas de cine vivió su auge en el siglo XX, pasando de ser
estos locales o teatros adaptados, a desarrollar un estilo arquitectónico
característico, y a su vez ser puntos de referencia para los lugares donde se
establecían.
Como menciona el arquitecto Francisco Alfredo Haroldo[2] la exhibición es el último paso del
largo proceso de la producción cinematográfica, la película es el mensaje, pero
la manera de llegar al público es precisamente la sala de cine. Desde la
primera sala permanente de cine[3] hasta los grandes complejos diseñados
durante el siglo XX las salas son espacios de convivencia social, con una
historia que se escribió durante su funcionamiento como tales. La dinámica
social que se llevaba a cabo dentro del mismo, así como en las calles que lo
rodeaban, son parte de esa historia. Elementos que deben analizarse para una
mejor compresión de estos espacios no sólo desde el punto de vista
arquitectónico sino para el aporte del análisis histórico, pues forman
parte de un proceso como el desarrollo mismo de la Ciudad de México.
[1] Brunetta, Gian Piero en ALFARO Salazar, Haroldo Francisco y OCHOA Vega Alejandro, Espacios distantes aún vivos, las salas cinematográficas de la ciudad de México. 2da edición, UAM Xochimilco, 2015.
[2] En http://148.206.107.15/biblioteca_digital/estadistica.php?id_host=6&tipo=ARTICULO&id=8559&archivo=16-596-8559vbi.pdf&titulo=CINES%20Y%20ARQUITECTURA.%20LOS%20CENTROS%20SOCIALES%20POPULARES% Consultado el 21 de diciembre del 2015
[3] La primera sala de cine permanente en la Ciudad de México fue el Teatro Riva Palacio, localizado en la 3ª calle de Ayuntamiento, 1905. En: Leal Juan Felipe, El espacio Urbano del cine Vol. 9, 1903: segunda parte, Juan Pablos editor/Voyeur, 2015.
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